viernes, 24 de diciembre de 2010

BORGES

Este año el Club Borges me ha enseñado que un texto puede leerse desde, al menos, siete puntos de vista distintos. Que nada es lo que es, sino mucho más. Que siempre hay espacio para nuevas ideas y que los gustos de cada uno de nosotros, por muy contrapuestos que sean, pueden llegar a confluir en algún punto perdido del laberinto de Asterión.
Este año, mi descubrimiento ha sido Borges y, aunque no entienda muchas cosas de las que dice, me ha gustado la experiencia de conocer mejor los amplios mares de mi ignorancia.
Así que, gaucheros y eruditos, seguid disfrutando de todo lo que os hace pensar, indagar, interpretar, inventar y ser libres, como yo intento hacer.
¡Mirad cómo se ríe el cabrón!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL LOBO ESTEPARIO, HERMANN HESSE

"El hombre no es algo creado ya, sino una exigencia del espíritu, una posibilidad lejana."
"No querer saber que el apego desesperado al yo, el desesperado no querer morir, es el camino más seguro para la muerte eterna".

Me ha gustado muchísimo, aunque hay que comprender que a quien no le gusten las lecturas profundas y simbólicas no le encontrará la gracia. Es una novela llena de situaciones absurdas que hay que saber interpretar.

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS Y A TRAVÉS DEL ESPEJO, LEWIS CARROLL

Alicia en el País de las Maravillas es un clásico que la mayoría de nosotros conocemos por referencias varias. Un mundo fantástico, lleno de risas, conversaciones ambiguas y dobles sentidos. Es tan original que si hubiera sido una novelita más larga habría triunfado todavía más.
Frase memorable de la Duquesa: "Nunca imagines no ser de otro modo que lo que a los demás les parece que eres o hubieras sido o pudieras llegar a haber sido, sino todo lo contrario".
A través del espejo y lo que Alicia encontró allí es menos conocido, pero no por eso menos interesante. De hecho, no sé si por conocer menos la historia, me ha gustado más. Los personajes no tienen desperdicio, especialmente la Reina Blanca y su memoria inversa. Más juegos de palabras si cabe y enigmas que no sé si he sido capaz de resolver.

EL CASTILLO, FRANZ KAFKA

Aparte de opresivo y agobiante, me quedé con una sensación desagradable al ver que al fin y al cabo todos los personajes intentan conseguir algo al precio que sea. Al principio parece todo muy absurdo y sin sentido, lo cual hace hasta gracia, pero al ver cómo se las ingenian para conseguir subir (hacia, pero nunca hasta el castillo) se ve que lo único que ansían es poder y más poder utilizando a los demás.

Además de la burocracia, inadmisión en la sociedad, etc. veo esta última crítica al afán de poder, cada uno en su ámbito.
Una novela inacabada maravillosa, surrealista y cruel.
Fantástica. O no.

CRIMEN Y CASTIGO, FIODOR DOSTOYEVSKI

Maravillosa novela que puede resultar complicada y tenebrosa por su carácter oscuro e introspectivo.
Personajes magníficamente desarrollados, plasmados, llenos de detalles, muy ricos, hipnotizan al lector.
El arrepentimiento hecho libro.












EL OCHO, KATHERINE NEVILLE

Una Indiana Jones contemporánea vive mil y una aventuras para descifrar los misterios de un poderoso ajedrez rozando la incredulidad.
Paralelamente, dos monjas durante la Revolución Francesa conocerán a infinidad de "celebridades" que curiosamente están relacionadas con el peligroso juego del ajedrez.
Más lograda la parte del pasado que la contemporánea. Aún así, demasiado fantasiosa y pesada en algunos momentos.

EL JUEGO DE ENDER, ORSON SCOTT CARD

No soy lectora asidua de ciencia ficción y éste es un libro ideal para iniciarse o engancharse.
Además de las características típicas de este género, encontramos personajes con un mundo interior riquísimo. Sus pensamientos y emociones pasan a ser el elemento principal en detrimento del propio "juego".
También abunda la denuncia social.
Muy bueno. Imprescindible.

LA NOCHE DEL ORÁCULO, PAUL AUSTER

Es una novela llena de desencuentros, símbolos y señales. Los personajes nunca llegan "a tiempo" para solucionar las cosas.

Mantiene la intriga y tiene un ritmo ágil, aunque veo grandes saltos entre lo surrealista y lo real.
Sumando lo bueno y lo malo, le doy un aprobado justito.

LOS PILARES DE LA TIERRA, KEN FOLLETT

No es una novela psicológica ni demasiado profunda.
No hay misterios que resolver ni enigmas que nos tengan en vilo.
Es una novela larga pero con un argumento tan simple como la vida de un grupo de personas que tienen en común Kingsbridge y su catedral.
Intercala aventuras de las que salen favorecidos y otras de las que no, manteniendo el interés gracias al lenguaje sencillo.
No es el estilo que más me gusta. Aprobado.

viernes, 5 de noviembre de 2010

AL OTRO LADO

(Si supieras cuántas veces susurré

tu nombre junto a la ventana…)

I

El fuerte impacto en la espalda le sobresaltó y se encontró mirando hacia el techo dolorido y angustiado. Con las piernas y brazos extendidos, forcejeó hasta darse la vuelta, mantuvo el equilibrio y corrió con las manos cubriéndose la cabeza hacia la única ventana de la habitación. Una vez allí, miró con miedo a través de ella, pero no pudo ver gran cosa. El cristal estaba empañado y sólo divisó colores difuminados y formas inexactas. Pequeñas figuras geométricas adheridas como las celdas de un panal de abejas conformaban su mundo. Al instante, se descubrió limpiando con la palma de una mano huesuda y blanquecina el vapor de agua que reposaba en la ventana. A ese barrido desordenado le siguieron pequeños trazos dibujados por su dedo índice hasta que el cristal quedó completamente decorado con jugueteos sin sentido. Líneas rectas, onduladas, circunferencias que nunca llegaban a cerrarse… De pronto su mano paró y, tras un corto lapso de tiempo, empezó a escribir letras sueltas que acabaron formando una palabra: ROGERG.

Roger G., eso era. ¿Eso era? Ése era su nombre. No debía volver a olvidarlo. ¿Olvidar qué? Creyó que su cuerpo no le pertenecía al comprobar que el dedo se le había quedado dormido por el frío.

La calidez y suavidad de una lágrima sobre su muslo hizo que despertara de la ensoñación en la que había caído. Enderezó su cuerpo desnudo y, dejando atrás la posición fetal, bajó del alféizar de cinc de un salto logrando mantener a duras penas el equilibrio. Un líquido viscoso le recorría parte de la cabeza, el cabello y casi la totalidad de la espalda. ¡Qué frío estaba el suelo! Pasos muy cortos y rápidos le dirigieron hacia la cama con el objetivo de cubrirse con una manta, pero cayó al suelo después de resbalar. La cantidad de mugre e inmundicia que reinaba por la habitación paró en seco su caída para acabar llevándolo a vomitar a una esquina. ¿Qué era todo aquello? ¿Qué clase de vida había estado llevando? ¿Vida? Y lloró. Ahora podía sentir la calidez de las lágrimas rodando por su cara, alcanzando sus labios. Se entretuvo atrapándolas con las manos mientras resbalaban por sus mejillas y su mentón como si fuera un chiquillo jugando con los desatinos de la vida.

Un grito inconsciente surgido de su propio ser, o un gemido, o un chirrido metálico e inhumano, provocó que saliera del estado de shock y se girara para observar el espectáculo denigrante que murmuraba a sus espaldas en forma de una gran montaña de basura viviente; pura porquería que le estaba incitando y un deseo animal de retozar en aquel cúmulo de desperdicios afloró en lo más hondo de su ser. Una lucha interna entre el hombre, el ser humano que ahora era, contra los instintos más bajos de un insecto maloliente que disfrutaba de la podredumbre le estaba desesperando. Por un lado, no quería hacer otra cosa que avisar a sus padres y a su hermana que habían estado tan preocupados por él durante los primeros meses. Los primeros.

Por otro, un instinto animal indefectible y feroz le arrastraba hacía los montones de basura. Gateó hacia el centro de la habitación, olvidando la comodidad que la cama y la manta ejercerían sobre su cuerpo debilitado. Allí mismo, sollozando y murmurando su supuesto nombre, encogió su cuerpo hasta rodear las rodillas con los brazos y se abandonó a la suave luz de la luna que ya entraba por la ventana. No apartó la mirada del cristal: Roger G. Ése eras tú. Eres tú.





II

Al fin amaneció. Abrió los ojos mientras pensaba en cómo iba a afrontar a partir de ahora la realidad, esa cruel losa de la que más de una vez había imaginado librarse. Nunca se le había dado bien improvisar. Su agenda siempre había estado llena de tareas diligentemente ordenadas y ahora sufría por cómo iba a conseguir volver a ser él. Abrazar de nuevo a su madre, a su hermana, volver a la vida cotidiana que le había dado más disgustos que alegrías; pero, al fin y al cabo, su vida. Sonrió mientras recordaba. Cuántas veces había tenido la misma sensación de incomprensión ante la realidad. La realidad que ahora era completamente diferente para él. Se frotó el cuello con una rapidez pasmosa y se dirigió hacia el escritorio de la habitación sin dejar de girar la cabeza hacia la ventana repetidamente. Se obligó a enderezar el cuerpo, a liberar las manos del suelo pringoso y a caminar despacio y con gracia como antaño. La vieja silla de madera crujió al sentarse y su sobresalto fue tal que de un manotazo desparramó por el suelo las muestras de paño que descansaban sobre la mesa. Se quedó mirándolas despacio, desde arriba, con ternura, concluyendo con un gesto de incredulidad. No mires y recoge lo que has tirado al suelo. No levantes la vista. No te va a gustar lo que vas a ver. Resiste. Pero una ojeada rápida bastó para que la imagen del espejo atrajera su atención. Su cuerpo apareció reflejado y una mueca de dolor e incomprensión se dibujó en su rostro. Le costó reconocerse, pero al mirar en el fondo de sus pupilas supo que no había duda. Su cuerpo estaba demacrado, delgado, fláccido, ¡claro que lo estaba!, pero eso era lo de menos… Los hombros caídos, la mirada perdida… y ese extraño tic que le hacía alzar las manos a la altura de la boca y morderse los dedos sin parar. ¡Maldita sea! Se agachó y volvió a correr hacia la ventana ayudándose con las manos.

Iba a tener que organizar el cuarto antes de dar la noticia a su familia. No podía permitir que vieran en qué se había convertido el habitáculo. Quería causar buena impresión; volver como es debido. Limpio, en orden, elegante. Así es como recibiría a sus parientes, amigos, compañeros de trabajo… Acabar con toda esa inmundicia era prioritario y luchar contra el insecto apestoso que había habitado en su lugar, crucial. Miró de reojo la porquería de la habitación que pareció multiplicar su hedor al contrastar con la claridad y pulcritud de la mañana y, enterrando el instinto animal que le invadía, intentó abrir la ventana para ventilar. Eres un hombre Roger G.

Accionó la manivela, pero no fue capaz de abrirla. Algo estaba entorpeciendo el cierre desde afuera. Se quedó pensativo reposando la barbilla en la palma de su mano izquierda mientras se apoyaba en el alféizar, y miró a través del cristal. Lo que al principio le había parecido la calle, se convirtió, al aguzar la vista, en otra habitación de características similares a la suya. Dos mujeres, una de mayor edad que la otra, hablaban de forma animada y reían de vez en cuando escondiendo con la mano sus pequeños dientecillos. Intentó centrar la vista cerrando y abriendo fuertemente los ojos, pero la imagen seguía siendo la misma. Habría jurado por lo más sagrado que desde la ventana de su habitación siempre se había visto la calle, el tránsito de los automóviles, los vecinos del barrio caminando con prisas, el hospital gris de enfrente con sus ventanas siempre cerradas como ojos que no quieren ver. Y resultaba que allí mismo tenía vecinos.

Mientras imaginaba cómo sería entablar de nuevo una conversación (con una señorita, por ejemplo), un gesto inconsciente de su brazo rozó el cristal. (Buenos días, buenos días. ¿Cómo se encuentra usted hoy, damisela? ¿Damisela? Bien, gracias, ja, ja, ja… Sí usted también se conserva igual de joven…) Toc, toc. Aquellas mujeres ni se inmutaron. (¿No me diga? Anoche mismo vi al señor Berlouschi salir del edificio con muy buena compañía, ja, ja, ja…) Volvió a golpear el cristal con los nudillos, ahora ya completamente dueño de sus actos, esperando que alguna de esas mujeres se girase atraída por el ruido y le saludara amablemente. Se sentía solo, desamparado, abandonado. Necesitaba entablar conversación con otras personas. Prodigarse como ser humano. (¿Esta noche? ¿En el restaurante de la calle Charlotte? ¡Perfecto! Le acompañaré encantado, señorita…) Nada. Pensó que estaban distraídas por la conversación que mantenían y se limitó a mirar. Se acomodó frente a la ventana para seguir observando lo que ocurría y se agachó lo suficiente como para que sólo se vieran sus ojos y frente en caso de que aquellas mujeres avanzaran en su dirección. Recorrió la sala vecina con la mirada y se percató de que, pese a que las dimensiones y distribución de la misma eran muy similares a la suya, los muebles que la decoraban eran elegantes y estaban fabricados con buenos materiales. Las sillas enfundadas en terciopelo rojo, el escritorio de patas torneadas cubría elegantemente toda una pared, la lujosa cómoda, el espejo, magnífico y suntuoso, era el rey de la habitación. También le pareció divisar una funda de violín sobre un sofá y un atril con lo que serían partituras. Sin duda, sus vecinos eran personas pudientes y, por lo que se desprendía de los gestos de las mujeres, educadas y corteses.

Si alguien pudiera ver cómo acechaba a aquellas damiselas… ¡por Dios Santo! Sabía que estaba haciendo mal, que no debía espiar el cuarto de al lado. Esas pobres mujeres indefensas podrían descubrirle y su reputación acabaría por los suelos… por los suelos del estercolero en que se había convertido su habitación. Pero siguió mirando. Estaba claro que los instintos animales que le habían dominado últimamente seguían asentados en el fondo de su ser.

Abrió mucho los ojos y respiró profundamente como presintiendo lo que iba a suceder a continuación. Las damas, siempre ajenas a su presencia, se dirigieron hacia la puerta para abrirla y dar paso a una masa enorme y negruzca similar a un escarabajo que, con tímidos pasitos, se adentró en la habitación. Desde la posición de este insecto espeluznante se podía ver al frente la ventana donde él observaba agazapado, y creyó que durante unos instantes le había descubierto. Que estaba allí mirándole quieto, callado, moviendo sus antenas y mandíbula como si le comprendiese, pero la mujer joven comenzó a espolear al animal con una vara hasta que lo situó en una esquina del cuarto. ¡No podía creerlo! ¿Acaso estaba soñando? Él, Roger G., había despertado tirado en el suelo con forma humana después de haberse convertido, hacía Dios sabe cuánto, en un insecto y ahora descubría al otro lado de la ventana algo parecido a su pasado más inmediato. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto hacía que estaba encerrado en esa habitación, pero la certeza de haber sido olvidado y abandonado por su familia se hizo todavía más presente al haber entablado aquella pseudo conversación visual con el insecto. ¿Qué significaba todo aquello? La incertidumbre le abatía y siguió espiando a través del cristal tensando todos los músculos del cuerpo.

Las mujeres seguían hablando entre ellas risueñas y pendientes en todo momento de la puerta que había quedado entreabierta. Mientras, el insecto daba vueltas en torno a sí mismo sin parar y, de vez en cuando, se golpeaba contra la pared o el escritorio. Cuando esto ocurría, alguna de las mujeres se acercaba a una distancia prudencial pero suficiente para azotarlo con la vara. En esos momentos, éste se detenía y, como arrepintiéndose, intentaba retroceder sin saber cómo hacerlo. Entonces, ante los nuevos tropiezos del gigantesco insecto, las mujeres aumentaban su agresividad y abrían la boca para gritar, cambiando el dulce gesto de sus rostros por las formas de la rudeza y la maldad.

Todo aquello le resultaba sumamente familiar y sus ojos se humedecieron una vez más. Ver aquel espectáculo grotesco era como recordar los días pasados encerrado en aquella habitación. Volver a vivir la angustia de la incomunicación y malentendidos. ¿Podría aquel insecto comprender lo que los humanos hablaban como él lo había hecho? ¿Estaría intentando comunicarse con ellos de forma pacífica sin lograrlo? ¿Tendría sentimientos y estaría sufriendo al igual que él cuando era consciente de que lo único que causaba era miedo y asco a su familia?

Sofocadas por el esfuerzo, las mujeres se volvieron al mismo tiempo hacia la puerta, por donde apareció un hombre de avanzada edad que caminando pesadamente. Nada más entrar, abrazó a la mujer mayor, que parecía no respirar bien. Tras dejarla a cargo de la muchacha joven, se dirigió hacia el grotesco animal y le lanzó furioso lo primero que encontró a mano. Una manzana del frutero quedó incrustada en su espalda y el grandioso insecto no volvió a moverse más que para abrir la mandíbula de vez en cuando. No podía soportar lo que estaba viendo. ¿Qué clase de gente vivía allí? ¿Dónde quedaban las formas agradables y corteses? ¿Qué escondían entre sus dientecillos afilados de ratón aquellas supuestas damiselas?

Mientras recordaba las injusticias cometidas con él, vio cómo al rato entraron en la sala varias personas cargando con sillas y taburetes debajo del brazo. Fueron colocándolas delante del insecto, no sin esconder risas y muecas a medida que pasaban cerca de él. De esta manera, convirtieron el habitáculo en una sala de representaciones, en un teatro, en un circo. Una vez acomodados los asistentes, la muchacha se dirigió hacia el sofá donde permanecía el violín. Lo sacó delicadamente de su funda, hojeó las partituras y se dispuso a tocar. La melodía logró traspasar el vidrio de la ventana que separaba ambas habitaciones y Roger G. escuchó las notas más hermosas que jamás habría imaginado. ¡Qué maravilla! Cómo tocaba el violín aquella joven. Del angelical gesto de rasgar el arco contra las cuerdas emergía la más dulce y sensual marea de emociones. Cerró los ojos, al igual que ella mientras tocaba y, balanceando ligeramente la cabeza, sintió paz. Una paz que, desgraciadamente, duró unos instantes, pues al abrir de nuevo los ojos tuvo que presenciar la deleznable actuación que estaba teniendo lugar. El escarabajo, presa como él de la melodía, caminaba torpemente de un lado a otro, en una especie de danza enfermiza que le llevaba a golpes entre paredes y muebles. Los espectadores aguantando las risas, daban palmas de vez en cuando, se levantaban del asiento para poder examinar mejor el movimiento de las frágiles patas del grandioso animal y asentían conformes a la mujer mayor y al hombre grueso. Éstos, orgullosos, devolvían la sonrisa a los asistentes mientras guardaban fajos de billetes en uno de los cajones de la cómoda. A medida que la melodía se aceleraba el escarabajo embravecía y se movía cada vez más rápido, trepando incluso por las paredes, retorciéndose mientras con los apéndices que sobresalían de su cabeza sondeaba los límites de la habitación. Los espectadores aplaudieron estupefactos al comprobar que echaba a andar por el techo, haciendo bambolear la lámpara en su baile frenético hasta descender exhausto al terminar la música.



III

Roger G. pasó el resto del día sumido en sus recuerdos. La mayor parte del tiempo miraba a través de la ventana la habitación vecina ya vacía. El terrible espectáculo que había vivido le había afectado. Sentía lástima por el insecto, pero estaba todavía más triste por los recuerdos que había liberado su mente. Recordaba nítidamente a sus padres terriblemente asustados, a su hermana tan diligente al principio y su posterior tendencia al abandono. Los inquilinos a los que habían alquilado una habitación de la casa para poder mantenerse económicamente, ya que él había dejado de trabajar. ¡Era terrible! En cinco años no había faltado un solo día al trabajo y, de pronto, aquello. Había hundido a su familia en la miseria y las miradas que le dedicaban estaban cargadas, además del miedo infundido por un coleóptero de sus dimensiones, de resentimiento. Sumido en estos pensamientos, cayó rendido en la cama y, por fin, fue capaz de dormir durante un buen rato.

Le despertó un ruido en la ventana. Miró hacia ella todavía tendido y le pareció ver una sombra. No dudó en acercarse sigilosamente para comprobar de quién se trataba, pero al asomarse no consiguió ver más que una mancha oscura saliendo por la puerta de la habitación contigua. Un impulso involuntario colocó su mano en la manivela de la ventana e intentó accionarla de nuevo. Pese a haber comprobado anteriormente que no podía abrirse, esta vez el mecanismo funcionó perfectamente provocando un rechinar metálico que vaticinaba la concesión de su mayor deseo. Por fin iba a poder salir de aquel cuarto. Iba a ser libre. Tiró de la hoja de la ventana y una ráfaga de aire fresco le recorrió la cara. Al bajar la mirada, encontró garabateadas unas letras en la parte inferior del cristal. Se acercó para comprobar qué decían, y un pequeño alarido salió huyendo de su garganta. GREGOR. Ésa era la palabra que alguien desde dentro de la habitación contigua había escrito en él. Entornó la hoja de la ventana y, al leerlo desde su lado, no pudo evitar soltar una risita histérica. Haciendo un pequeño esfuerzo cayó en la cuenta de que las letras de ese nombre también conformaban el suyo. La duda le invadió de nuevo. ¿Se había atribuido el nombre al leerlo en el cristal? ¿Quién era él realmente?

Lo último que pudo ver desde el lugar que le había mantenido apartado del mundo le erizó el vello de todo el cuerpo. Al fondo de la sala donde había tenido lugar aquella terrible actuación circense, la puerta se abría y daba paso a una visión espantosa. Comunicaba con un largo pasillo oscuro y estrecho que desembocaba en otra habitación con su propia ventana. Permanecía cerrada y, a través de ella, se distinguía la silueta de una figura humana mirando con la cara pegada contra el cristal y las palmas de las manos extendidas. Saltó a través de la ventana lo más rápido que pudo a la habitación vecina y avanzó por ella, cuando comprobó aterrorizado al pasar frente al majestuoso espejo que su cuerpo acababa de transformarse de nuevo en el de un gran escarabajo.

Autora: Yol
Ganador del I Concurso "Versionando clásicos" de ¡Ábrete libro!, Érase otra vez...


jueves, 6 de mayo de 2010

HISTORIA CON MANZANO AL FONDO

─Ha pasado lo peor. Ahora sólo queda esperar.


─A veces lo peor es esperar.

─Pero mientras esperas puedes ir haciéndote a la idea.

─O esperanzarte en vano.

─También. El marido está hecho polvo. Se aferra a la idea de proyectar en positivo y esperar lo mejor confiando en la suerte.

─En estos casos nunca se sabe, Pedro.

─Pues sí. El pan de cada día. Es casi un cara o cruz.

─¿Te vienes luego a jugar unas partiditas de pádel con Rodríguez?

─Lo intentaré. Desde que Rosa no está llevo muy mal los ratos muertos en casa.

─Anímate, hombre.

Bip, bip

─Mierda, el busca. Luego te llamo.

─Okey, salgo detrás de ti. Señora Castillo, disfrute de su estancia en nuestra mejor suite.



“Si alguien pudiera ayudarme... Este lugar es un laberinto. No sé cuánto tiempo llevo caminando entre estas flores de todos los colores. He visto más atrás un malva precioso para adornar el pelo de Cris. Antes de volver tengo que coger un ramillete. Pero ¿adónde llevará este camino? Puedo seguirlo hasta el final, porque tendrá un final, o puedo probar por alguna de estas bifurcaciones… Pero son unos caminos tan estrechos y pedregosos... no me inspiran confianza. Dorothy habría elegido el camino recto y Teseo se las ingeniaría para salir con éxito del laberinto... ¿qué motivos les llevaron a adentrarse en esos mundos extraños? No me acuerdo. Nadie recuerda los porqués. Del mismo modo que yo no recuerdo qué hago aquí.”



─Mira qué flores tan bonitas he comprado. Te las voy a poner bien cerca para que puedas olerlas. Ya sé que te gustan más las silvestres, recogerlas tú misma y preparar esos ramos preciosos, pero no tuve tiempo de más. Los niños están más revoltosos que nunca y me cuesta lidiar con ellos. Te necesito. La enfermera de ahí afuera me ha dado un jarrón horrible. Cuando despiertes intenta no mirarlo.



“Si supieran lo que siento... lo que estoy sintiendo ahora mismo... Creía que no me había separado del camino, pero una corriente densa, como de olas de mar me envuelve y arropa. Las ondas suaves, rellenas de plumas, me acarician, hacen que levite, me invitan a dormir. Dormir durante mucho tiempo... ah... pero quiero continuar despierta para seguir en este mar por el que vuelo sin hacer ningún esfuerzo y este aroma dulce... y dejarme llevar… Cada vez entiendo menos lo que ocurre.”

─¡Eh, tú! Podrías tener más cuidado. Con esas prisas podrías llevarte por delante a cualquiera.

“¿Qué…? Ah… disculpa. Pero… ¿quién habla?”

Toc, toc
─Entrad sin hacer ruido, mamá está dormida.

─¿Por qué está dormida si son las cuatro de la tarde?

─No se encuentra bien y está muy cansada.

─Ah.

─Cris, entra tú también, vamos.

─No.

─¿No quieres ver a mamá un rato?

─Sí.

─Pues venga, ven aquí con tu hermano.

─Mami, despiértate, somos nosotros y es muy tarde. Tú siempre nos dices que las siestas tienen que ser cortas para que sean buenas.


“Me encanta volar por este lugar. Si continúo con los brazos extendidos podré alcanzar esas nubes. Son preciosas. El viento choca contra mi cara. Ya estoy, ya estoy casi…”

─Ten cuidado, no corras tanto.

“¿Cómo? Otra vez esa voz. ¿Santi? No, no es Santi. Cuando vuelva tengo que contar a todos lo que hay aquí. ¿Por dónde iba? El cielo, eso. Lindas nubes... un poco más y...”

─Psst. Oye, tú.

“¿Quién anda ahí? ¿Quién eres?”

─Será mejor que no toques eso.

“¿Y tú qué sabes? No te veo. ¿Dónde estás? ¿De dónde sales?”

─Eso no importa. El caso es que estoy aquí igual que tú.

“¿Desde hace mucho?”

─Desde siempre.

Muacccccc

─Muy bien, chicos, ya os habéis despedido de vuestra madre. Mañana más.

─¿Ya nos vamos, papá?

─Sí. Vamos a casa a terminar los deberes.

─Vale. Pero se te dan fatal las mates.



“¿Cómo funciona esto? ¿Hay más gente aquí? Sólo he visto vegetación y animales correteando.”

─De vez en cuando viene gente. Como tú. Están de paso.

“Así que estoy de paso…”

─Seguramente.

“¿Seguramente? ¿Cabe la posibilidad de quedarme aquí para siempre?”

─Existe la posibilidad.

“Estoy hecha un lío. Menos mal que has aparecido. Es reconfortante poder conversar con alguien. Pero si estás tiritando. Anda, toma, ponte esta…túnica... que, por cierto, no sé de dónde ha salido. Con la temperatura ideal que hay aquí… debes de estar enfermando. ¿Y eso que tienes en la frente?”

─Una marca de hace tiempo... Pero, ¿quieres dejar de tratarme así? Hace mucho que no soy un crío.

“Qué humos tiene el señorito… Te imaginaba más alto.”

─¿Me habías imaginado? Yo también a ti.

“Claro, cuando me hablabas y permanecías escondido.”

─ Ah, antes…

“Por cierto, ¿en qué momento has salido de tu escondrijo?”

─Cuando tú has querido.
Ringgg, ringgg

─¿Diga?

─Pedro, soy Sam. ¿Qué hay del pádel?

─Sí… es que… tengo un lío en casa…

─¿Qué dices? ¿Ha vuelto Rosa?

─No, no es eso… Estaba organizando…

─Pedro, sal ahora mismo de esa casa y vente a despejar la mente. Lo necesitas.

─Vale, vale. Llego en veinte minutos.

─Okey.

─Te dejaré ganar, como siempre.

─No seas cabrito y vete ya de ahí.


“La verdad es que no entiendo nada de lo que está ocurriendo aquí. Debo de estar soñando, pero parece todo tan real… Antes he conseguido volar, es cierto. Y el aroma de las flores, las piedras del camino, aquellas ardillas trepando por los árboles, y ahora apareces tú… Claro, que hay sueños realísimos, como aquella vez que la pobre Cris se despertó gritando creyendo que estaba colgada del balcón a punto de caerse. Aun abrazándola y jurando que estaba a salvo, seguía tiritando y agarrándome con toda la fuerza de sus manitas. La echo de menos.”

─Bueno, aquí nos tienes a nosotros.

“¿A ti y a quién…? ¿Quién ha hablado ahora?”

─Hola, bienvenida. Este adelantado no nos ha presentado. Siempre queriendo ser el primero en todo ¿verdad, hermano?

─Cállate de una vez, retrasado y dedícate a tus reses. ¿No ves que estoy hablando con la señora?

─No seas desagradable delante de ella. ¿No crees que está de más? Deja que me cuente, ¿cómo has llegado aquí?

─Ya estamos…

─Silencio.

“¿Que cómo he llegado? Buena pregunta… “

─No recuerda nada.

─Como todas.

─No es como todas. Me ha gustado.

─Qué raro, hermano. Sueles espantarlas que da gusto. ¿Qué le has visto?

─Es ella la que me ha visto.

─¿Ah, sí?

─Pues sí, no siempre vas a ser tú el mejor en todo. Se ha fijado en mi marca.

─No empieces con tus celos… ¿y?

─Nadie suele fijarse tanto en mí.

“¿Dónde os habéis metido? Venid, por favor, no os retraséis. Tengo que seguir avanzando. Este sueño está durando demasiado…”

Cof, cof, cof, cof

─No te preocupes, sólo me he resfriado. Como te decía, hoy hace un mes que estás aquí. He traído tu perfume favorito. ¿Lo recuerdas? Qué tontería… ni siquiera sé si me escuchas.


“Por mucho que intentéis ocultármelo sé que estáis discutiendo, os oigo desde aquí.”

─¡No es cierto!

─No la enojes.

“Estoy cansada de caminar. No sé vosotros, pero yo me quedo un rato aquí tumbada. ¡Ahhhh! qué gusto. Me recuerda a los paseos por el bosque en primavera. Santi no para de estornudar cuando llega esa época, pero siempre me acompaña para estirar las piernas y que nos dé el aire. Me encanta tumbarme en la hierba y que el sol me dore la cara. Es una sensación tan placentera, ¿sabéis?”

─Ahá.

─Uhm.

“Y cuando estoy así, tumbada, relajada, sin preocupaciones, concentrándome en cada centímetro de mi cuerpo destensado… cuando estoy así… soy feliz.”

─¿Has oído? Es feliz.

─Es tan bella…

─Seguro que su abrazo es muy cálido.

─Y esa forma de hablar tan dulce…

─Es perfecta.

“A veces, una leve brisa juguetona te refresca y despierta para que vuelvas a la realidad, como a Alicia cuando soñó con el País de las Maravillas. Y, sólo al volver, te das cuenta de lo que has disfrutado. Si no vuelves, no puedes comparar y no notas la diferencia.”

─¿Alicia? ¿Es ése tu nombre?

─No, por favor, que no sea, que no sea, no…

“Ja, ja, ja. ¡No! Alicia es la protagonista de un cuento precioso. ¿No lo conocéis? Yo soy Eva.”

Bip, bip
─¿Es el tuyo?

─Sí, una emergencia. Eva Castillo.

─¿Puedo comerme tu postre?

─Enterito. Odio el pudin de manzana.

─Por estos pequeños gestos se reconoce a los amigos.

─Luego te cuento, Sam.

─Chao.



“¿Os habéis quedado mudos? Venga, vamos a levantarnos. Al final del camino me ha parecido ver un manzano enorme. Estoy empezando a tener hambre.”

─Deja de babear, atontado. Es ella, está claro.

“Sois unos chicos encantadores, ¿sabéis? Me estáis haciendo mucha compañía en este viaje.”

─¿Te gustaría ser reina, mmm... Eva?

─Serás inocente… a todo el mundo le gustaría serlo…

─Cállate. Estoy hablando con ella. Dime, ¿te gustaría?

─Bocazas...

“Chicos… no os peleéis. No, no quiero ser reina de nada ni de nadie. Sólo quiero seguir aquí paseando tranquilamente, escuchando vuestras graciosas discusiones, sin problemas, sin prisas. De hecho, no recuerdo qué es eso tan importante que me estaba preocupando hace un rato. ¡Mirad! ¡Un montón de mariposas!”

─Si te quedas, nos da igual que seas reina o no. Lo que queremos es que sigas con nosotros.

“Ayyy… pero qué encanto de chicos. Venid aquí a que os dé un abrazo.”


Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiippp


─Por favor, sea sincero.

─Santiago, no tengo buenas noticias. Hay actividad cerebral, pero muy débil. Lo de hace un rato ha sido un aviso. Cada día que pasa la probabilidad de que despierte es menor.

─No…

─Puede continuar en este estado días, meses.

─Eva, no me dejes.



“Venga, basta de sentimentalismos. Una carrera hasta ese suculento manzano. ¿No tenéis hambre?”

─Yo no, la verdad.

─Yo tampoco.

─¿Por qué no vamos mejor hacia este otro lado? Hay una explanada de césped enorme. Te encantará, Eva. Puedes tumbarte al sol como a ti te gusta. En algunas partes la hierba crece tanto que te hará de colchón.

“Preferiría comer algo y esas manzanas tienen una pinta buenísima.”

─Espera, no. El manzano no.

─Puedo traerte todas las frutas que desees. Olvídate de eso, Eva.

─¿Ves? Al final siempre pasa lo mismo.

─No seas agorero. Tú distráela, yo intentaré buscar algo para comer rápidamente.

─Caín, creo que llegas tarde...
¡Ñam!


─Se ha movido. ¡Se ha movido! ¡Enfermera! ¡Rápido! Avise al doctor Castro.

─¿Algún cambio relevante?

─¿No le estoy diciendo que avise al doctor? He visto cómo movía el brazo.

─A veces estos movimientos son...

─¿Voy a tener que ir yo?

─De ninguna manera. Ahora mismo le aviso.



“Qué empacho, chicos. Voy a tumbarme un rato para ver si se me pasa... No os marchéis lejos.”

─No nos moveremos de aquí.

─Seguiremos siempre aquí.

─Tampoco hace falta que te pongas dramático.

─Ni tú a sermonearme.

─Ingrato.

“Chicos, no discutáis. Despertadme ahora luego, sólo será un sueñecito rápido. Estoy agotada.”


─Esto ha sido un milagro... Eva, mi vida, estamos todos aquí. ¿Me oyes?

─Santi... estoy agotada.

─Descansa. No pienso moverme de tu lado.

─Sólo un sueñecito...
¡Ouch!

─No quise pegarte tan fuerte. ¿Abel? Responde... Mierda, otra vez.

─¿Te cansarás algún día de repetir esta historia, hermanito?

─Ha sido sin querer.

─Claro, claro, siempre es sin querer.

─Es difícil luchar contra la naturaleza de cada uno.

─Eso es cierto, te perdono.

─¿Ves? Siempre serás un blando.

─Y tú un envidioso.

─Vamos, creo que llega alguien nuevo.

─¡Espérame!



Escrito por: Yol
3º finalista del V Concurso de Primavera del foro ¡Ábrete Libro!

jueves, 25 de febrero de 2010

1984, GEORGE ORWELL

Una visión futurista del abuso de poder por parte de ciertos sectores de la sociedad jerárquica que desde la Edad Media hasta nuestros días está instaurada en nuestras vidas.
Es un libro que habla sobre la DESTRUCCIÓN, la NADA, la DESESPERANZA.
La ANULACIÓN del individuo como tal.
Su conversión en un robot DESHUMANIZADO.
Fácil de leer, pero duro.
Podría haberse desarrollado mejor, pero la idea y el mensaje son buenísimos.


jueves, 18 de febrero de 2010

PEDRO PÁRAMO, JUAN RULFO

En esta historia de murmullos no hay un principio y un final, sino que vamos conociendo poco a poco la historia de los habitantes del pueblo con las voces de la memoria. A saltos, por boca de distintos narradores, te formas una idea de cómo era vivir allí.
Comala es todo tierra y Juan Rulfo no para de hablar sobre ella y de mostrarla de mil maneras. Todo sabe a tierra.
Me ha gustado mucho cómo está escrito. Tiene trozos muy poéticos y con una enorme sensibilidad.
En general, impactante.

Dos párrafos lapidarios (nunca mejor dicho):
"Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Éste es uno de esos pueblos."
"¿Por qué ese recordar intenso de tantas cosas? ¿Por qué no simplemente la muerte y no esa música tierna del pasado?"

martes, 12 de enero de 2010

OBJETOS FRÁGILES, NEIL GAIMAN


Recopilatorio de cuentos fantásticos y de terror del maestro creador de mundos paralelos.
La sensación general ha sido de entrar en un mundo fantástico pero oscuro, como otra realidad jamás vivida que, pese a tener elementos atractivos, es tenebrosa.
Algunos fragmentos que me han gustado:

Le preguntaron al criado de San Germain si era verdad que su amo tenía mil años, tal como se rumoreaba que él mismo había proclamado.
- ¿Y cómo voy a saberlo?- replicó el hombre-. Yo sólo llevo trescientos años a su servicio.
(Quince cartas de un tarot vampírico)

Creo que el mundo se acabará en blanco y negro, como una película antigua.
Es posible que mientras tengamos colores podamos salir adelante.
(Fragmentos de un diario encontrado en una caja de zapatos olvidada en un autobús de línea en algún punto entre Tulsa, Oklahoma, y Louisville, Kentucky)


No envidies a tu hermana:
soltar rosas y diamantes por la boca
no es menos molesto que
soltar sapos y culebras:
los diamantes son fríos y duros, y además cortan.
(Instrucciones)


No es que ella esté esperando. No exactamente. Es más bien que los años ya no significan nada para ella, que ni los sueños ni la calle pueden conmoverla.
Permanece en los márgenes del tiempo, implacable, incólume, más allá de todo, y un buen día abrirás los ojos y la verás; y justo después, la oscuridad.
No será como recoger la cosecha. Más bien te arrancará, suavemente, como si fueras una pluma o una flor para adornar su cabello.
(Niñas extrañas)

Incluye también algún poema como éste:

La danza de las hadas

Si volviera a ser joven otra vez, cuando sueños
y muerte me parecían tan lejanos,
No dividiría mi alma en dos, ni dejaría
una mitad en el mundo de los hombres,
para que mi otra mitad se quedara en casa,
buscando en vano el País de las Hadas,
ni caminaría mi alma por
angostos caminos y tortuosos senderos,
donde podría encontrarme con una joven hada que
me sonreiría y me saludaría con tres besos,
y cogería águilas salvajes en pleno vuelo y
me clavaría a un árbol herido por el rayo
Y si mi corazón quisiera apartarse de ella o
escapar, huir de ella,
lo envolvería en un ejambre de estrellas y después
se lo llevaría con ella
Y un día, cuando se cansara de él, se aburriera
y terminara con él,
Lo dejaría junto a un arroyo en llamas, y unos
niños se lo llevarían corriendo.
Se divertirían jugando con él y
lo estirarían hasta hacerlo largo y cruel y delgado,
lo cortarían en cuatro pedazos y después
lo usarían para encordar un violín.
Y pulsarían mi corazón día y noche
tocando una canción
tan lacrimosa, desgarrada y extraña que
todo aquel que la escuchara se pondría a bailar
y a cantar y a dar vueltas y se caería y zapatearía y
seguiría saltando y resbalaría y volvería a bailar
y al final, con ojos brillantes como ascuas, se
desharía en ruedas de oro...

Pero no soy joven ya; sesenta
años hace que se llevaron mi corazón
para tocar su terrible música más allá
del valle del sol.
Miro con sincera envidia a todo aquel que posee
una única alma y no osa exponerse
al viento que sopla más allá de la luna,
a todo aquel que no oye la danza de las hadas.
Si no oyes la danza de las hadas, no
se detendrán para robarte el aliento.
De joven fui un inconsciente. Envolvedme pues
en sueños y muerte.






PURA ANARQUÍA, WOODY ALLEN

Recopilatorio de relatos humorísticos en la línea de las películas de W. Allen: rápidos, ingeniosos, psicoanalíticos y despiadados con la sociedad.
Algunos muy divertidos, otros de relleno y algunos prescindibles.
Es una pena que la calidad sea tan variable en este recopilatorio.
Creo que este tipo de humor tan rápido se explota mejor en una pantalla que por escrito.
Me ha decepcionado un poco.