jueves, 6 de mayo de 2010

HISTORIA CON MANZANO AL FONDO

─Ha pasado lo peor. Ahora sólo queda esperar.


─A veces lo peor es esperar.

─Pero mientras esperas puedes ir haciéndote a la idea.

─O esperanzarte en vano.

─También. El marido está hecho polvo. Se aferra a la idea de proyectar en positivo y esperar lo mejor confiando en la suerte.

─En estos casos nunca se sabe, Pedro.

─Pues sí. El pan de cada día. Es casi un cara o cruz.

─¿Te vienes luego a jugar unas partiditas de pádel con Rodríguez?

─Lo intentaré. Desde que Rosa no está llevo muy mal los ratos muertos en casa.

─Anímate, hombre.

Bip, bip

─Mierda, el busca. Luego te llamo.

─Okey, salgo detrás de ti. Señora Castillo, disfrute de su estancia en nuestra mejor suite.



“Si alguien pudiera ayudarme... Este lugar es un laberinto. No sé cuánto tiempo llevo caminando entre estas flores de todos los colores. He visto más atrás un malva precioso para adornar el pelo de Cris. Antes de volver tengo que coger un ramillete. Pero ¿adónde llevará este camino? Puedo seguirlo hasta el final, porque tendrá un final, o puedo probar por alguna de estas bifurcaciones… Pero son unos caminos tan estrechos y pedregosos... no me inspiran confianza. Dorothy habría elegido el camino recto y Teseo se las ingeniaría para salir con éxito del laberinto... ¿qué motivos les llevaron a adentrarse en esos mundos extraños? No me acuerdo. Nadie recuerda los porqués. Del mismo modo que yo no recuerdo qué hago aquí.”



─Mira qué flores tan bonitas he comprado. Te las voy a poner bien cerca para que puedas olerlas. Ya sé que te gustan más las silvestres, recogerlas tú misma y preparar esos ramos preciosos, pero no tuve tiempo de más. Los niños están más revoltosos que nunca y me cuesta lidiar con ellos. Te necesito. La enfermera de ahí afuera me ha dado un jarrón horrible. Cuando despiertes intenta no mirarlo.



“Si supieran lo que siento... lo que estoy sintiendo ahora mismo... Creía que no me había separado del camino, pero una corriente densa, como de olas de mar me envuelve y arropa. Las ondas suaves, rellenas de plumas, me acarician, hacen que levite, me invitan a dormir. Dormir durante mucho tiempo... ah... pero quiero continuar despierta para seguir en este mar por el que vuelo sin hacer ningún esfuerzo y este aroma dulce... y dejarme llevar… Cada vez entiendo menos lo que ocurre.”

─¡Eh, tú! Podrías tener más cuidado. Con esas prisas podrías llevarte por delante a cualquiera.

“¿Qué…? Ah… disculpa. Pero… ¿quién habla?”

Toc, toc
─Entrad sin hacer ruido, mamá está dormida.

─¿Por qué está dormida si son las cuatro de la tarde?

─No se encuentra bien y está muy cansada.

─Ah.

─Cris, entra tú también, vamos.

─No.

─¿No quieres ver a mamá un rato?

─Sí.

─Pues venga, ven aquí con tu hermano.

─Mami, despiértate, somos nosotros y es muy tarde. Tú siempre nos dices que las siestas tienen que ser cortas para que sean buenas.


“Me encanta volar por este lugar. Si continúo con los brazos extendidos podré alcanzar esas nubes. Son preciosas. El viento choca contra mi cara. Ya estoy, ya estoy casi…”

─Ten cuidado, no corras tanto.

“¿Cómo? Otra vez esa voz. ¿Santi? No, no es Santi. Cuando vuelva tengo que contar a todos lo que hay aquí. ¿Por dónde iba? El cielo, eso. Lindas nubes... un poco más y...”

─Psst. Oye, tú.

“¿Quién anda ahí? ¿Quién eres?”

─Será mejor que no toques eso.

“¿Y tú qué sabes? No te veo. ¿Dónde estás? ¿De dónde sales?”

─Eso no importa. El caso es que estoy aquí igual que tú.

“¿Desde hace mucho?”

─Desde siempre.

Muacccccc

─Muy bien, chicos, ya os habéis despedido de vuestra madre. Mañana más.

─¿Ya nos vamos, papá?

─Sí. Vamos a casa a terminar los deberes.

─Vale. Pero se te dan fatal las mates.



“¿Cómo funciona esto? ¿Hay más gente aquí? Sólo he visto vegetación y animales correteando.”

─De vez en cuando viene gente. Como tú. Están de paso.

“Así que estoy de paso…”

─Seguramente.

“¿Seguramente? ¿Cabe la posibilidad de quedarme aquí para siempre?”

─Existe la posibilidad.

“Estoy hecha un lío. Menos mal que has aparecido. Es reconfortante poder conversar con alguien. Pero si estás tiritando. Anda, toma, ponte esta…túnica... que, por cierto, no sé de dónde ha salido. Con la temperatura ideal que hay aquí… debes de estar enfermando. ¿Y eso que tienes en la frente?”

─Una marca de hace tiempo... Pero, ¿quieres dejar de tratarme así? Hace mucho que no soy un crío.

“Qué humos tiene el señorito… Te imaginaba más alto.”

─¿Me habías imaginado? Yo también a ti.

“Claro, cuando me hablabas y permanecías escondido.”

─ Ah, antes…

“Por cierto, ¿en qué momento has salido de tu escondrijo?”

─Cuando tú has querido.
Ringgg, ringgg

─¿Diga?

─Pedro, soy Sam. ¿Qué hay del pádel?

─Sí… es que… tengo un lío en casa…

─¿Qué dices? ¿Ha vuelto Rosa?

─No, no es eso… Estaba organizando…

─Pedro, sal ahora mismo de esa casa y vente a despejar la mente. Lo necesitas.

─Vale, vale. Llego en veinte minutos.

─Okey.

─Te dejaré ganar, como siempre.

─No seas cabrito y vete ya de ahí.


“La verdad es que no entiendo nada de lo que está ocurriendo aquí. Debo de estar soñando, pero parece todo tan real… Antes he conseguido volar, es cierto. Y el aroma de las flores, las piedras del camino, aquellas ardillas trepando por los árboles, y ahora apareces tú… Claro, que hay sueños realísimos, como aquella vez que la pobre Cris se despertó gritando creyendo que estaba colgada del balcón a punto de caerse. Aun abrazándola y jurando que estaba a salvo, seguía tiritando y agarrándome con toda la fuerza de sus manitas. La echo de menos.”

─Bueno, aquí nos tienes a nosotros.

“¿A ti y a quién…? ¿Quién ha hablado ahora?”

─Hola, bienvenida. Este adelantado no nos ha presentado. Siempre queriendo ser el primero en todo ¿verdad, hermano?

─Cállate de una vez, retrasado y dedícate a tus reses. ¿No ves que estoy hablando con la señora?

─No seas desagradable delante de ella. ¿No crees que está de más? Deja que me cuente, ¿cómo has llegado aquí?

─Ya estamos…

─Silencio.

“¿Que cómo he llegado? Buena pregunta… “

─No recuerda nada.

─Como todas.

─No es como todas. Me ha gustado.

─Qué raro, hermano. Sueles espantarlas que da gusto. ¿Qué le has visto?

─Es ella la que me ha visto.

─¿Ah, sí?

─Pues sí, no siempre vas a ser tú el mejor en todo. Se ha fijado en mi marca.

─No empieces con tus celos… ¿y?

─Nadie suele fijarse tanto en mí.

“¿Dónde os habéis metido? Venid, por favor, no os retraséis. Tengo que seguir avanzando. Este sueño está durando demasiado…”

Cof, cof, cof, cof

─No te preocupes, sólo me he resfriado. Como te decía, hoy hace un mes que estás aquí. He traído tu perfume favorito. ¿Lo recuerdas? Qué tontería… ni siquiera sé si me escuchas.


“Por mucho que intentéis ocultármelo sé que estáis discutiendo, os oigo desde aquí.”

─¡No es cierto!

─No la enojes.

“Estoy cansada de caminar. No sé vosotros, pero yo me quedo un rato aquí tumbada. ¡Ahhhh! qué gusto. Me recuerda a los paseos por el bosque en primavera. Santi no para de estornudar cuando llega esa época, pero siempre me acompaña para estirar las piernas y que nos dé el aire. Me encanta tumbarme en la hierba y que el sol me dore la cara. Es una sensación tan placentera, ¿sabéis?”

─Ahá.

─Uhm.

“Y cuando estoy así, tumbada, relajada, sin preocupaciones, concentrándome en cada centímetro de mi cuerpo destensado… cuando estoy así… soy feliz.”

─¿Has oído? Es feliz.

─Es tan bella…

─Seguro que su abrazo es muy cálido.

─Y esa forma de hablar tan dulce…

─Es perfecta.

“A veces, una leve brisa juguetona te refresca y despierta para que vuelvas a la realidad, como a Alicia cuando soñó con el País de las Maravillas. Y, sólo al volver, te das cuenta de lo que has disfrutado. Si no vuelves, no puedes comparar y no notas la diferencia.”

─¿Alicia? ¿Es ése tu nombre?

─No, por favor, que no sea, que no sea, no…

“Ja, ja, ja. ¡No! Alicia es la protagonista de un cuento precioso. ¿No lo conocéis? Yo soy Eva.”

Bip, bip
─¿Es el tuyo?

─Sí, una emergencia. Eva Castillo.

─¿Puedo comerme tu postre?

─Enterito. Odio el pudin de manzana.

─Por estos pequeños gestos se reconoce a los amigos.

─Luego te cuento, Sam.

─Chao.



“¿Os habéis quedado mudos? Venga, vamos a levantarnos. Al final del camino me ha parecido ver un manzano enorme. Estoy empezando a tener hambre.”

─Deja de babear, atontado. Es ella, está claro.

“Sois unos chicos encantadores, ¿sabéis? Me estáis haciendo mucha compañía en este viaje.”

─¿Te gustaría ser reina, mmm... Eva?

─Serás inocente… a todo el mundo le gustaría serlo…

─Cállate. Estoy hablando con ella. Dime, ¿te gustaría?

─Bocazas...

“Chicos… no os peleéis. No, no quiero ser reina de nada ni de nadie. Sólo quiero seguir aquí paseando tranquilamente, escuchando vuestras graciosas discusiones, sin problemas, sin prisas. De hecho, no recuerdo qué es eso tan importante que me estaba preocupando hace un rato. ¡Mirad! ¡Un montón de mariposas!”

─Si te quedas, nos da igual que seas reina o no. Lo que queremos es que sigas con nosotros.

“Ayyy… pero qué encanto de chicos. Venid aquí a que os dé un abrazo.”


Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiippp


─Por favor, sea sincero.

─Santiago, no tengo buenas noticias. Hay actividad cerebral, pero muy débil. Lo de hace un rato ha sido un aviso. Cada día que pasa la probabilidad de que despierte es menor.

─No…

─Puede continuar en este estado días, meses.

─Eva, no me dejes.



“Venga, basta de sentimentalismos. Una carrera hasta ese suculento manzano. ¿No tenéis hambre?”

─Yo no, la verdad.

─Yo tampoco.

─¿Por qué no vamos mejor hacia este otro lado? Hay una explanada de césped enorme. Te encantará, Eva. Puedes tumbarte al sol como a ti te gusta. En algunas partes la hierba crece tanto que te hará de colchón.

“Preferiría comer algo y esas manzanas tienen una pinta buenísima.”

─Espera, no. El manzano no.

─Puedo traerte todas las frutas que desees. Olvídate de eso, Eva.

─¿Ves? Al final siempre pasa lo mismo.

─No seas agorero. Tú distráela, yo intentaré buscar algo para comer rápidamente.

─Caín, creo que llegas tarde...
¡Ñam!


─Se ha movido. ¡Se ha movido! ¡Enfermera! ¡Rápido! Avise al doctor Castro.

─¿Algún cambio relevante?

─¿No le estoy diciendo que avise al doctor? He visto cómo movía el brazo.

─A veces estos movimientos son...

─¿Voy a tener que ir yo?

─De ninguna manera. Ahora mismo le aviso.



“Qué empacho, chicos. Voy a tumbarme un rato para ver si se me pasa... No os marchéis lejos.”

─No nos moveremos de aquí.

─Seguiremos siempre aquí.

─Tampoco hace falta que te pongas dramático.

─Ni tú a sermonearme.

─Ingrato.

“Chicos, no discutáis. Despertadme ahora luego, sólo será un sueñecito rápido. Estoy agotada.”


─Esto ha sido un milagro... Eva, mi vida, estamos todos aquí. ¿Me oyes?

─Santi... estoy agotada.

─Descansa. No pienso moverme de tu lado.

─Sólo un sueñecito...
¡Ouch!

─No quise pegarte tan fuerte. ¿Abel? Responde... Mierda, otra vez.

─¿Te cansarás algún día de repetir esta historia, hermanito?

─Ha sido sin querer.

─Claro, claro, siempre es sin querer.

─Es difícil luchar contra la naturaleza de cada uno.

─Eso es cierto, te perdono.

─¿Ves? Siempre serás un blando.

─Y tú un envidioso.

─Vamos, creo que llega alguien nuevo.

─¡Espérame!



Escrito por: Yol
3º finalista del V Concurso de Primavera del foro ¡Ábrete Libro!